Si usted elije seguir la escalera que conduce al pabellón marroquí, en pocos minutos se sentirá transportado a otro mundo. Un mundo donde el aroma a especias se filtra entre palmeras y fuentes y el té de menta, servido por hombres enfundados en sus djellabans, largas vestiduras utilizadas en los climas desérticos, le dará el toque de frescura al paladar, mientras los artesanos ofrecen sus preciosos objetos realizados en cobre y cerámica. No hay dudas de que ha llegado a un mercado de pulgas marroquí. Sólo faltan los gritos de los vendedores ambulantes.

Desde aquí, atravesará el puente que lo conducirá hasta un ryad, patio interior de las casas más tradicionales en Marruecos, y hacia una callejuela reconstruída en el estilo del casco antiguo, tal como usted lo encontraría en un paseo por Medina de Fes. Junto a esta arquitectura urbana, hay cinco pabellones temáticos menores que ofrecen un panorama amplio sobre naturaleza y medio ambiente del reinado marroquí. El puente que une el mercado con el ryad y es casco antiguo son un símbolo de las relaciones entre tradición y modernidad, entre el continente africano y Europa.